El videojuego llamado La Edad de los Imperios II (Age of Empires II, the Age of Kings )no fue precisamente una innovación en su campo, pero es, incluso hasta hoy, el mejor videojuego de conquista y uno de los más complejos Juegos de Dios. Su trama es fácil: es historia. Se le presenta al jugador una maqueta viva: bosques, animales, piedras preciosas, ríos, mares... y agazapado en un rincón, un puñado de aldeanos esperando las órdenes del enorme Dedo Divino que los toca y les ordena.
El toque del dedo de Dios (que no es más que el del puntero del mouse) da un sentido a la vida de cada aldeano. El dedo los convierte en leñadores, cazadores, recolectores, pescadores, albañiles o mineros. Jamás volverán a ser sólo aldeanos. El jugador-Dios que está ante la pantalla-Mundo puede crear aldeanos a su voluntad y puede destruirlos con pulsar una tecla. Puede mantenerlos vivos mientras existan los recursos para ello. Ni siquiera en este “mundo” es posible una alegre cornucopia. El realismo es, tal vez, innecesariamente triste.
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